Ningún otro país es tan conocido como Francia por su “savoir vivre”, el arte de vivir que, sumado a su pasión por el café, es un rasgo importante de su cultura nacional. Con un consumo anual por persona de 5,6 kg de café, el país del amor y la Torre Eiffel se sitúa en el rango medio de la comparación de consumo de café entre el viejo y el nuevo continente.
El café se toma principalmente en casa y se prepara con máquinas de café o con la cafetera francesa (cafetera de émbolo), una invención totalmente francesa que se remonta a 1900.
A pesar de la preferencia por un consumo más íntimo, las cafeterías tienen una larga tradición en Francia y se frecuentan a menudo. El café au lait se suele tomar ahí, acompañado de un cruasán o tostadas con mermelada. El café au lait francés es media taza de café muy caliente e intenso de filtro (o espresso doble), y media taza de leche, a menudo con espuma. El café au lait perfecto se hace vertiendo la leche y el café en un bol al mismo tiempo.
Durante el día, a los franceses les gusta disfrutar de un espresso (“petit noir”) o un café solo (“café noir”) a veces diluido con agua, conocido como café “largo”.
Y, a menudo, después de la cena se pide un café solo con coñac. El café granizado, un café dulce e intenso con licor de moca, es otra alternativa.