El revés ha cambiado a lo largo de los años: desde el clásico golpe de una mano, ha evolucionado gradualmente hasta convertirse en un agarre de dos manos.
“Principalmente, es una forma de compensar”, explica Carlos Moyá. “Tenemos menos potencia en el revés, ya que requiere fuerza de la parte posterior del cuerpo. Una segunda mano es una gran ayuda en términos de explosividad y equilibrio, y nos da un mejor control sobre el rebote de la pelota”.